martes, 29 de marzo de 2011

Irak y Libia: Dos guerras inacabadas

Irak y Libia. 2003 y 2011. Dos guerras en dos países islámicos y con dos líderes radicales: Saddam Hussein y Muamar el Gadafi. Aunque hay que reconocer estas similitudes, existe más de una diferencia que separa ambos enfrentamientos y la situación de ambos países.

La guerra de Irak levantó una gran polvareda en España. Nadie entendió, por aquel entonces, que el Gobierno de Aznar se uniera con el presidente estadounidense, George Bush y con el primer ministro británico, Tony Blair. Las consecuencias fueron las manifestaciones que se realizaron en las calles de muchas localidades. ¿Y qué pedían los españoles? Que el Partido Popular cambiara su postura sobre este asunto.

Sin embargo, la principal causa de su desaprobación se sustentó en que las pruebas, con las que se tenía que demostrar la posesión de 'armas de destrucción masiva', nunca vieron la luz. Solo se dijeron palabras y no hechos. Tampoco en el Congreso de los Diputados, que apoyó la proposición del PP con respecto a la posición del Gobierno y el acuerdo de Estados Unidos, Reino Unido y España por 183 votos a favor y 164 en contra. A todo esto debemos añadir que los objetivos, reconocidos a regañadientes ante el público, eran derrotar a Saddam y llevarse unos cuantos litros de petróleo de sus plantas petrolíferas. Eso sí, a costa de todas las dificultades que existían entonces y que todavía perduran en Irak.

El caso de Libia es distinto. La entrada en la lucha de las tropas internacionales se produce bajo la resolución de la ONU. Además, la finalidad no es matar a Gadafi, sino proteger al pueblo libio de su dictadura. Si esto no fuera suficiente, en España la cámara baja dio el visto bueno para que sus tropas colaboren con la causa.



A ella también se han unido los sindicatos UGT y Comisiones Obreras que exigieron una rápida actuación en el territorio norteafricano. Las únicas voces protestantes proceden de Izquierda Unida y del Bloque Nacionalista Gallego, que emplean el argumento ya comentado del 'oro negro' como la única razón de la intervención. Pero a diferencia de 2003, la población no se ha echado a la calle.

Las noticias de las últimas horas dicen que el ejército de Gadafi ha defendido Sirtel, la localidad donde nació el revolucionario. Pero tropas estadounidenses han atacado barcos libios en el puerto de Misrata. Conclusión: la batalla continúa y no sabemos a ciencia cierta cuándo finalizarán los bombardeos. Y la de Irak, siete años después, también. Los atentados se suceden y el proceso de paz parece inacabado.

martes, 15 de marzo de 2011

Japón: mantenga la distancia de seguridad



Fue el viernes. Ya estamos a martes. Y el peligro todavía continúa. El terremoto y el tsunami siguen en el recuerdo y ahora estamos observando, desde la distancia, sus consecuencias. Las últimas noticias dicen que se ha producido una explosión en el reactor 2 de la central nuclear de Fukushima, al noroeste del país asiático y que las partículas radioactivas vuelan por Tokio.

El día 11 de marzo de 2011 quedará grabado en la historia negra de Japón. Es una realidad en color, y no en blanco y negro, como lo fueron las bombas atómicas de Hiroshima y de Nagasaki. Por aquellos lares, están acostumbrados a que el suelo tiemble. Pero no con una virulencia de 8,9 grados en la escala de Richter. Sabíamos que los tsunamis (por cierto, una palabra japonesa) eran comunes en Asia. Sin embargo, desconocíamos hasta hace unos días que hubieran olas de 10 metros de altura. Y que ese montón de agua destruyera un pueblo entero como el de Minamisanriku.

El pueblo nipón pide ayuda internacional para volver a construir, a levantarse ante este desastre. ¿Y qué hacen los grandes países? Todos coinciden en dar su pésame y en ofrecer sus servicios si resulta necesario. Pero ninguno envía material o se acerca a la zona. ¿Por qué? Por el peligro que mantiene en vilo al planeta: las centrales nucleares.



El terremoto causó daños en estos edificios. La detonación de esta mañana es otro aviso más de la inestabilidad de los reactores que las conforman. Por esta razón, el gobierno de Naoto Kan ha acotado la zona de la central de Fukushima y nadie podrá acercarse a una distancia menor de 30 kilómetros.

El miedo que invade a la población nacional y a los extranjeros residentes en Japón ha provocado que, una parte de la misma, se desplaze al sur. Y algunos periodistas internacionales se han marchado a territorios cercanos como el de Corea del Sur. Por ello, les rogamos que mantengan la distancia de seguridad y que tomen las medidas necesarias. Es por su salud y por su vida.