martes, 25 de noviembre de 2008

Con tono andaluz (Crítica de teatro)

“El patio dels germans Álvarez Quintero”

En un patio andaluz de principios de siglo y con música sevillana de fondo, comienza esta divertida obra de teatro. Se representa una sociedad acomodada en que los hombres y las mujeres hablan de amores y de asuntos carnales con una facilidad pasmosa y en el que existe un respeto mutuo entre ambos géneros. La cortesía nunca falta a la hora de dialogar y de saludar a las personas del sexo contrario. Sus únicas preocupaciones parecen que se centran en las relaciones amorosas entre todos los personajes. “El patio dels germans Álvarez Quintero” tiene gallos, gallinas y también algunos personajes que hacen de moscas cojoneras que hacen reír al público asistente al Gran Teatro de Elche.

El cotilleo típico de las mujeres abre la representación en un ambiente de calor sofocante del verano de Sevilla. La prohibición por parte del Gobernador de no lanzar piropos por la calle provoca que las señoras exploten en críticas e injurias a dicho cargo político. Por su parte, las criadas del patio no paran de realizar los pedidos de Rosa, la señora de la casa. Con este comienzo llegan las primeras horas de la tarde y la siesta es casi como un rito obligatorio. Tomás, marido de Rosa, quiere descansar en su mecedora junto con su mujer y con su hija Carmen, la protagonista principal. De carácter agrio y algo encrespado Carmen intenta superar la infidelidad de Pepe, el protagonista, y en todo momento se muestra reacia a una reconciliación con él. Aunque surge un problema en esa tarde: las visitas de los amigos y conocidos a la familia. Uno detrás de otro, interrumpen el descanso conciliador y despiertan el monstruo y el mal genio que lleva dentro Tomás. Especialmente Curro, un muchacho extremeño y jocoso pero excesivamente cansino. Y doña Enriqueta y sus tres hijas, que van vestidas de forma graciosa y que despiertan los aplausos del público.

La escenografía de la representación es magnífica. Con unas mecedoras, una mesa de madera, una puerta pesada de madera, un piano y algún elemento decorativo se forma un patio andaluz de la época. La música flamenca que acompaña la obra durante determinados momentos introduce al espectador en un ambiente de alegría y felicidad. La iluminación es buena y se ajusta dependiendo de las escenas que se teatralizan. En lo que se refiere al vestuario, los hombres visten en general muy elegantes. La mayoría lleva puesto un traje compuesto por una chaqueta, corbata y pantalón de gala. En el caso de las mujeres, el vestuario se ajusta a la función que cumple cada una. Es decir, las sirvientas van vestidas con unas prendas que encajan con el personaje que representan. Sobre el resto señoritas y señoras, se puede decir que visten de forma elegante, exceptuando a las hijas de doña Enriqueta.

Otro aspecto positivo a destacar son los personajes. Hay un gran número de personas que intervienen en la obra y la coordinación entre ellos es de elogiar. Para ser unos amateurs en el mundo del teatro, la verdad es que lo han hecho de forma magnífica los miembros del AMPA del IES Carrús de Elche. El único “pero” que se puede poner es que en algunos momentos, los actores sobreactúan y exageran, aumenta el tono de la voz y provoca que la interpretación sea a veces forzada.

La obra refleja una sociedad andaluza que se caracteriza por la cortesía y por los impulsos amorosos de los intérpretes. El amor es el elemento que se encuentra presente desde el inicio hasta el fin de la misma. Carmen y Pepe expresan los sentimientos de un hombre infiel y de una joven bella que siente desinterés por los hombres, y especialmente por él. Todo esto se envuelve dentro de un acento andaluz que parecen que sean andaluces y no ilicitanos.

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